Meditando sobre la meditación.

Espiritualidad, disciplinas espirituales, crecimiento espiritual, etc. Términos como muy a la moda en muchos ámbitos, no necesariamente religiosos. Y junto a ellos, casi como una compañera de viaje, suele encontrarse a la meditación.

Y en este sentido, quizás no es una palabra que surja del estudio profundo, concienzudo o intencionado de la Biblia. Quizás solo surge de la necesidad, de una necesidad profunda del alma que invita a la conexión.

O quizás es una respuesta condicionada por el escuchar constante de las voces de aquellos que insisten en la conexión con Dios o algún ser superior, a través de métodos, vías, o canales que lo faciliten.

Pero de alguna manera la meditación, en cualquiera de sus formas, ha trascendido al tiempo, las culturas y las religiones. Y es justamente eso lo que la vuelve tan interesante, y la coloca en el foco tanto de los que la atacan, como quienes la veneran, casi como el fin mismo del crecimiento espiritual.

La meditación forma parte de esa escasa lista que vincula, de alguna manera, a las religiones del mundo. Y ese es quizás el motivo por el cual muchos la miran con desconfianza, recelo y hasta rechazo. Porque se suele asumir que si algo es parte de alguna práctica de personas o grupos que desaprobamos, debería ser inaceptable, convirtiéndose automáticamente en algo malo, y luego, cual si fuera un acusado en su banquillo, le dejamos sin derecho a la autodefensa.

Por tal motivo en estas letras les propongo quitarnos la mochila de los prejuicios, esa mochila que solemos llevar cargada de preconceptos instalados por el tiempo y las personas que nos han rodeado (o moldeado quizás). Mochila muy peligrosa por cierto, pues siendo carga innecesaria suele cansar a quien la lleva, haciendo del viaje que pudo ser placentero y feliz, una peregrinación penosa y limitada.

Entonces, luego de haber colocado la mochila a un lado y sintiéndonos ligeros de equipaje, vamos a regalarnos la oportunidad de pensar. Pensar, ese sublime derecho otorgado por el creador mismo y tan poco utilizado en nuestra cotidianidad. Pensar que quizás la acusada (Meditación) es víctima de una muy mal intencionada propaganda. Víctima de interpretaciones personalistas, o muy pendulares, que se pasean de un extremo al otro del espectro, sin dejar espacio al balance o al equilibrio.

Es por ello que, en este sentido, no me propongo convencerte de nada, solo de pensar, buscar información y reflexionar sobre esto que, quizás, pueda ser un medio útil para acercarnos a aquel poder que le da sentido a toda nuestra existencia, a ese ser al que muchos llaman Dios.

Partamos de alguna definición que le dé un poco de dirección al tema que nos ocupa. De acuerdo con El Gran Diccionario de la Lengua Española de Larousse, en un sentido secular la “meditación” es la acción de pensar con detenimiento y reflexión, es también el pensamiento o idea que resulta de la consideración y estudio detenidos de una cosa. En el sentido religioso, la meditación es la forma de oración mental que consiste en la reflexión sobre un aspecto religioso. La misma fuente define “meditar” como la acción de pensar sobre una cosa con reflexión y atención, o discurrir con atención los medios para conseguir un propósito.

Notemos como el término “pensar” se vuelve casi recurrente al intentar definir la meditación. Insiste en la idea de ese pensar reflexivo y concentrado o atento acerca de algo.

Intentemos no utilizar las preconcepciones que aún permanecen en la mochila que decidimos poner a un lado. Aún no pensemos en energías, canales de comunicación, posiciones, inciensos, velas, pensamientos trascendentales, etc. Solo en el significado mismo del término. En esa acción consciente de pensar con atención con un objetivo determinado.

Considero que la desatención nos lleva a la pérdida desapercibida de infinidad de momentos y oportunidades. Esa desatención trae consigo la distracción, y la distracción, por su parte, degenera en la deslocalización de los objetivos y metas.

La velocidad de nuestro mundo no ofrece una invitación abierta a detenerse para estar atentos a pensar nuestra realidad. Un Individuo que se detiene a pensarse a sí mismo, a reflexionar sobre su realidad, a prestar atención a lo que le rodea, obtendrá múltiples ventajas y de hecho se habrá convertido en un individuo que medita. Así que ya tenemos un punto de partida, un primer paso. De hecho, todo lo que he estado haciendo mientras escribo no es otra cosa que meditar sobre la meditación. Meditar en el sentido literal de la palabra. Y he descubierto que estar atento es todo un proceso apasionante de reflexión constructiva.

Pensemos por un momento en una cristiandad atenta, una cristiandad presente y pensante. Una cristiandad reflexiva ante su realidad. ¿Qué crees que pudo haber pensado Jesús cuando en su magistral “Sermón de la Montaña” dijo: “mirad las aves del cielo…” (Mat. 6,26), o “considerad los lirios del campo…” (Mat. 6,28) o en aquella advertencia que comenzaba con la frase: “mirad que nadie os engañe…” (Mat. 24,4) ¿Por qué esa invitación a “mirar” estaba tan presente en los dichos del Maestro? ¿En qué crees que pensaba Salomón el sabio cuando escribió: “mira la hormiga oh perezoso…” (Prov. 6,6).

¿No te parece que estaban como gritando: ¡Hey, deténganse un momento y piensen! ¡Miren a su alrededor y piensen! ¡Apaguen la noticia y piensen! ¡Quítense la venda de los ojos y piensen! ¡Bajen el volumen del ruido y piensen! Parece como que gritaban ¡Hey, ustedes, los apurados de la vida, si, ustedes, estén atentos! Estén atentos a la oración que hacen, en lugar de solo parlotear frases aprendidas y huecas. Estén atentos a sus hijos que están siendo criados por las pantallas digitales. Estén atentos a sus padres que hace mucho no reciben siquiera una llamada telefónica. Atentos a los ojos de aquel que está enojado con la vida y necesita auxilio. Atentos para cubrir al que tiene frío, ayudar al que está caído, y cuidar del golpeado por la vida.

Si, meditar, meditar en el sentido más básico de la palabra, ese sería un buen comienzo. Estar atentos para amar al prójimo como a nosotros mismos, porque solo un atento descubre que tiene prójimos. Los autómatas defienden reglas y formas, los que meditan, ven personas, ven oportunidades, se ven a sí mismos, aprenden, y crecen.

Considero que repensar la meditación no solo se vuelve necesario, sino urgente.

YGC

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