Silenciado…

… Y le dijeron: — Habla.
Él quería hablar, disfrutaba hacerlo, y pensaba (muy para sí) que tenía cosas para decir; así que cuando le dijeron: “habla” pensó (ingenuamente) que podía hacerlo.
Entones se preparó. Leyó libros, muchos y diversos.
Hizo oraciones, largas y cortas.
Tomó cursos buenos, y otros no tanto.
Experimentaba esa mezcla entusiasta de nerviosismo y felicidad ante lo nuevo.
Entonces quien le dijo “habla” le pasó un discurso. Sí, así como lo lees, un discurso escrito por alguien, por otro, por un alguien, no sé si inteligente, pero con certeza poderoso, de esos apoderados del poder que suelen escribir discursos. … Y le dijo: —¡Habla!
Entonces ya no se sintió como una invitación, era lo más parecido a una orden.
Y él quedó debatiéndose entre lo que soñaba decir (ser) y lo que podría ser, según algunos, una oportunidad.
… Y volvió a decirle: —Habla (con voz casi angelical pero muy serio)…
Y él tomó el discurso, regresó a su casa, lo memorizó, cambió palabras sin cambiar ideas, y quienes escribían los discursos estaban tan felices, y le enviaban flores y le decían que llegaría muy lejos (quizás al lugar de los poderosos que escribían discursos)… solo que él nunca más habló, solo repetía discursos ajenos, y olvidó sus sueños, y se acomodó en y a los otros… y dejó de hablar y se conformó con repetir.

PD. No permitas que te suceda, sigue escribiendo tus discursos y atrévete a decirlo.

YGC

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